Las lluvias torrenciales están barriendo todo el sureste del país. Y no, no es solo una macrotormenta: es un aperitivo

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A veces no es solo una tormenta. Nada de eso. A veces, son muchas tormentas y a muchos niveles: estructuras complejas que multiplican la potencia, duración e impacto de los chubascos individuales. A veces, solo a veces, nos encontramos de frente con 'la gran tormenta'.

Eso es lo que parece que ha ocurrido (y va a seguir ocurriendo) en Murcia, Almería y la Comunidad Valenciana.

El sureste, completamente anegado. En los dos últimos días, se han superado los 100 litros por metro cuadrado en muchos puntos de Almería, el campo de Cartagena y Alicante. Hablamos de algunas de las regiones más áridas de Europa. Pues bien, más de 320 litros en un cortísimo periodo de tiempos.

Y no se ha acabado. Mientras el sistema se mueve hacia Valencia, las próximas horas serán especialmente delicadas porque seguirá lloviendo sobre un sistema completamente colapsado. Precisamente por ello, la Agencia Estatal de Meteorología (AEMET) mantiene activos diversos avisos naranjas, que representan un riesgo importante, en puntos de Andalucía oriental, Murcia y Comunidad Valenciana.

Tanto es así que ya hay quien empieza a hablar de 'la gran tormenta'.

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¿La gran tormenta? Como explica Víctor González en Meteored, una tormenta es esencialmente una 'una fuerte corriente ascendente cargada de humedad en la que el agua se condensa' y cae sobre la superficie de formas variadas.

Habitualmente, cuando varias tormentas interaccionan entre sí, terminan por molestarse. Pero, en ocasiones, la organización de las distintas células tormentosas hace que sus dinámicas encaje a la perfección y se potencian entre sí.

El ejemplo más extremo de esto (y sobre el que se está hablando estas últimas horas) son los 'sistemas convectivos de mesoescalas' (o SCM). Unas "estructuras atmosféricas potencialmente generadoras de tiempo adverso y severo en superficie que pueden afectar a grandes extensiones de territorio" y pueden "persistir más de 24 horas".

¿Esto es lo que hemos visto? No está claro. Como explicaba Roberto Granda, alguien que ha estudiado con detalle este tipo de fenómenos, "la convección no fue ni muy organizada ni muy intensa. Los topes fríos no destacan en absoluto, y la actividad eléctrica fue baja. En radar tampoco hay nada excepcional".

No obstante, haríamos mal en no entender esto como un aviso.

¿Cómo se forman estos macrosistemas? En esencia, además de abundante humedad e inestabilidad atmosférica, estas estructuras requieren una cizalladura alta. La cizalladura es "la diferencia de la velocidad y/o dirección del viento  entre diferentes capas de la atmósfera" y es un elemento clave en el desarrollo de  tormentas organizadas.

En términos generales, "si la cizalladura supera los 10 m/s, la probabilidad de que se desarrollen tormentas organizadas [...] aumenta significativamente". El problema es que "es probable que la cizalladura aumente próximamente por el cambio climático”; es decir, que entre las cosas que esperamos que se hagan más comunes, están estos sistemas de tormentas descomunales (y otros fenómenos meteorológicos extremos).

Lluvias torrenciales que no sabemos aprovechar. Y es que este tipo de chubascos (pese a su duración, su fuerza y su energía) suelen darse en las partes medias y bajas de las cuencas hidrográficas. Es decir, lejos de los grandes embalses y de los sistemas que nos permitirían aprovecharla. Son una versión potente de las tormentas que no sabemos aprovechar.

Es decir, el aumento de estas superestructuras meteorológicas nos garantizan más lluvias torrenciales, más infraestructuras colapsadas, más caos, más destrozos en el campo... pero pocos beneficios. El último ejemplo es la Junta de Andalucía lamentándose de que las últimas lluvias no hayan supuesto cambios "significativos" en el nivel de los embalses. El futuro pinta lleno de incertidumbres.

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Imagen | Meteologix vía EnMet

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